Siempre se ha creído que existe algo que se llama destino, pero siempre se ha creído también que hay otra cosa que se llama albedrío. Lo que califica al hombre es el equilibrio de esa contradicción." Gilbert Keith Chesterton
Entre mi destino y el albedrío, entre mi vida presente y mi vida futura se mueve este pequeño relato:
Buscaba un fotógrafo para el día de mi boda. Miraba en internet, buscaba profesionales del sector que no abusaran del posado porque me parecía- y aún hoy me sigue pareciendo- muy artificial y decimonónico, estático y casi sin vida. Deseaba que alguien narrara con imágenes ese día tan especial. No encontraba a nadie cerca de mi ciudad y sí alguno fuera de Asturias, pero eran demasiado caros para mí.
Quedaba un mes.
Un día mientras paseaba con mi madre, me percaté de una pequeña tienda situada ¡al lado de mi casa! Y me acerqué. Y entonces vi aquella foto y supe que había encontrado el estilo de imagen que con tanto énfasis había buscado: Unos novios se daban un beso en un rincón de alguna playa. Pero no es la imagen que os estáis imaginando ya que sólo se veían sus pies. El fotógrafo se había fijado en la parte inferior del cuerpo, en los tules del vestido de la novia, en sus pies descalzos con los talones elevados para darle un beso a su ya marido. Los dos llevaban, relajadamente, sus zapatos en la mano.
Quería a aquél profesional en mi boda. Así que entré y recuerdo que pregunté "¿Quién hizo estas fotos?" Y me dijeron su nombre: "Se llama Marcos Vega, es uno de nuestros fotógrafos"
foto © marcosvega / 2007
Pero no le llegué a ver nunca, ni en el día de mi boda, porque me enviaron a otro fotógrafo cuyo estilo era completamente diferente.
Y mi vida siguió su curso de aquí para allá, como un mueble al que cambian de sitio y es incapaz de quedar bien en ningún lado porque no encaja. Hasta que llegó mi divorcio y, por fin, pude tomar las riendas de mi vida.
Pasaron dos años. Se me olvidó su nombre y su trabajo. Se me olvidó aquella tienda.
Merodeando en facebook, una vez más, logró llamar mi atención la foto de perfil de un chico: sujetaba una canon ¡y llevaba espuma de afeitar en el rostro! ¿Cómo era posible que alguien se sacara una foto afeitándose y dejar que todo el mundo lo viera? Me hizo una gracia tremenda. Y sí, cotilleé su perfil, leyendo algunos pies de foto, riéndome con su lenguaje semi-asturiano y comprobando que, como a mí, le gustaban los animales y tenía un perro.
Algo en él me pareció familiar y en mi inconsciencia le di a "me gusta" en la foto de su perra.
Me envió una solicitud de amistad. Acepté ubicándole en mi lista de "mejores amigos" porque creía que era justo que cotilleara al igual que hice yo primero. Y se hizo el silencio observador entre nosotros.
En los Premios Príncipe del 2010 Richard Serra vino y dio una conferencia en La Laboral. Él fue a hacer su trabajo, yo a disfrutar de mi deformación profesional. Nos cruzamos, nos miramos..., y, al llegar a casa, comenzamos a hablar.
Comencé a recordarle.
Hoy es mi pareja y comparto con él mi afición a la fotografía, entre otras miles de cosas. Su nombre es marcos vega y, cada 17 de noviembre, nos acordamos de ese refrán que dice: "Una imagen vale más que mil palabras"
Porque ya sólo con mirarnos a los ojos sabemos lo que piensa el otro.
"El amor es la mayor fuerza del mundo y sin embargo la más humilde" (Gandhi)
Estoy convencida de ello.